Liderada por el Colegio Bilingüe José Max León (CBJML), la comunidad “Rompamos el Silencio” nació tras la reciente realización del encuentro “Sofocar la Apatía”, organizado por esta institución educativa.
Es una respuesta colectiva, sostenida y transformadora frente a una problemática que sigue dejando cicatrices profundas en miles de estudiantes.
“Rompamos el Silencio” invita a saber detectar, a desplegar estrategias para prevenir y a ofrecer herramientas para enfrentar cualquier forma de violencia escolar. Sobre todo significa un esfuerzo para cambiar una sociedad a la que le cuesta interceder a favor de las víctimas. Denunciar con “la alegría del coraje” debe ser aprendido desde la infancia. “El empoderamiento de los espectadores como agentes efectivos en el apaciguamiento de un caso de matoneo escolar es la base para una Colombia más justa y solidaria”, dijo Robert Max Steenkist, gerente del CBJML.
“Rompamos el Silencio” cuenta con el respaldo de Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN y una de las voces más influyentes en la lucha contra la exclusión en el país. Está conformada por destacados líderes y especialistas que participaron en el encuentro “Sofocar la Apatía”, entre ellos representantes de la Secretaría de Educación del Distrito, Fundación Plan, Impacto TIC y organizaciones expertas en ciberseguridad infantil. A este esfuerzo se suman nueve colegios de Nueva Zelanda y Brasil, aliados internacionales del CBJML.
Las cifras son alarmantes. En Colombia, el 23% de los estudiantes afirma haber sufrido altos niveles de acoso escolar, según el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana. Solo en 2023, el Sistema Unificado de Convivencia Escolar (SUICE) reportó más de 6.000 casos graves, aunque muchos no se denuncian por miedo o indiferencia.
A nivel mundial, la UNESCO estima que uno de cada tres estudiantes ha sido víctima de acoso, mientras que UNICEF advierte que el ciberbullying afecta a uno de cada cinco adolescentes. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, ha reconocido que el acoso escolar es un factor de riesgo directo para la ansiedad, la depresión y, en casos extremos, el suicidio. Esta realidad exige respuestas sostenidas, articuladas y empáticas, no reacciones aisladas ante tragedias mediáticas.
Algunas iniciativas internacionales arrojan luces sobre cómo prevenir exitosamente el matoneo escolar para las generaciones más jóvenes. Una de las más exitosas es la conocida como Programa Kiva, desarrollado por el Ministerio de Educación de Finlandia. En escuelas con este programa, el número de casos de acoso escolar se redujo hasta en un 62% a tan solo un año de implementación. Como la iniciativa del CBJML, Kiva está basado en convertir los espectadores pasivos en agentes activos del cambio social.
El nombre kiva se remonta a la palabra que los anasazi (pueblos ancestrales del suroeste de Estados Unidos, daban a un espacio sagrado, erguido para celebrar rituales y encuentros para la concertación. “Rompamos el Silencio” propone una transformación profunda en la forma de abordar el bullying: se trata de comprender un contexto, acompañar a víctima y victimario y solucionar un conjunto que puede estar fallando, sin dejar de sancionar o de reparar cuando sea necesario. Su enfoque se aleja del castigo y promueve respuestas formativas para sanar, aprender y crecer como comunidad.
Esta visión apuesta por construir una cultura escolar donde el respeto, la diversidad y la corresponsabilidad sean parte del día a día. Estudiantes, docentes, directivos y familias están llamados a reconocerse como agentes activos en la construcción de entornos seguros sin importar el tipo de vínculo que tengan con la situación y los protagonistas del conflicto. Así, la comunidad se integra en una cultura de paz que no solo responde al conflicto, sino que lo previene, lo sana y lo resignifica.
El punto de partida
La creación de la comunidad “Rompamos el Silencio” es resultado directo del encuentro “Sofocar la Apatía: La Ética del Cuidado Frente al Bullying”, realizado recientemente en el CBJML. En este espacio se reunieron voces expertas del sector educativo, público, privado y de organizaciones sociales, con el fin de construir rutas colectivas para prevenir el bullying y el ciberacoso desde una mirada ética y pedagógica.
Una de las principales conclusiones del encuentro fue que la violencia escolar ocurre también por la pasividad de quien calla o ignora. Se propuso fortalecer canales de denuncia confidencial y acompañada para empoderar a los testigos de una responsabilidad crítica, crear más entornos para una ética del cuidado que promuevan la acción responsable y solidaria e incluir dentro de todas las estrategias de comunicación institucional los principales derroteros para la prevención, la temprana detección y la correcta aplicación de medidas integrales a favor de la víctima y de la justicia para el victimario.
También se hizo un llamado a no reducir el bullying a conflictos individuales, sino a reconocer que muchas veces está atravesado por factores estructurales como el racismo, la xenofobia o la violencia de género que generalmente se maquillan para no admitirse como tales en los colegios. Estas realidades exigen que la escuela forme no solo en ética o empatía sino que promueva un pensamiento crítico que reconozca las deudas y las heridas que hacen parte de nuestra identidad. Desde ahí nace la fuerza de esta comunidad.
Un llamado a sumar voluntades
“Queremos una comunidad viva que invita a actuar desde la formación de jóvenes y adultos, no solo a reaccionar. Bajo el liderazgo del CBJML y con aliados nacionales e internacionales, buscamos prevenir el bullying y el ciberacoso de forma sostenida. Romper el silencio con empatía y corresponsabilidad es el primer paso para construir entornos escolares más justos, seguros y humanos”, concluyó Steenkist.