Cítricos de diversas variedades, mango y zapote son algunas de las especies de árboles frutales que entrega el programa Red de Seguridad Alimentaria (ReSA), de Prosperidad Social, en las áreas rurales donde funciona. Con ello, a lo largo de sus 18 años de existencia ha propiciado un gran “paisaje comestible” repartido por todo el país.
Cada participante recibe tres plántulas, de las cuales se hacen cargo, en su mayoría, los niños. Con ellos se pretende crear la sensibilización necesaria e integrar al hogar en el proyecto de crecimiento. En estos años el programa ha entregado 814.998 unidades. Cada una requiere para su desarrollo un área de 3,5 metros cuadrados. En el país, representan 3.885 hectáreas.
Son plantas de tardío crecimiento, por lo que los beneficiarios reciben las plántulas listas para ser sembradas y forman parte de los prototipos que se han entregado a lo largo de estos años en ReSA. Se trata de hortalizas, aromáticas, frutales, cereales como maíz o arroz y leguminosas, musáceas y tubérculos, complementado todo con malla de cerramiento, polisombra, herramientas y tanque para almacenamiento de agua. En algunos casos el programa entrega también aves ponedoras, cuyes o caprinos, según condiciones, gustos o preferencias de las comunidades.
De acuerdo con la directora de Inclusión Productiva de Prosperidad Social, Brasilia Romero, el suministro de los frutales tiene dos objetivos: “El primero es apoyar la diversificación del cultivo e incorporar nuevos alimentos a la dieta familiar. El segundo es compensar de manera efectiva la huella de carbono por la utilización de energía y elementos no renovables en todo el proyecto”. De acuerdo con los estándares de medición, en 12 años se logra una captura de 476.908 toneladas de carbono, como compensación de la huella institucional por la operación del programa.