Por: Sarvenaz Tabrizi, profesora de Gestión Empresarial, Economía y Teoría del Conocimiento (TdC) del Bachillerato Internacional (IB).
Ya ha pasado un año desde que la COVID-19 (coronavirus) llegó a nuestras vidas, y las reacciones de los países ante la crisis han sido muy diversas. En ciertos países las clases siguen siendo virtuales y se decretan confinamientos de manera periódica. Este es el caso de casi todos los colegios y educadores de los que oigo hablar.
El sistema educativo ha sufrido un golpe tremendo en todo el mundo y hay muchos desafíos que requieren nuestra atención. La imposibilidad de acceder a la educación, especialmente en aquellos lugares que carecen de la infraestructura adecuada para el aprendizaje a distancia, se ha convertido en un problema universal. Los alumnos que se ven privados del aprendizaje pueden sufrir consecuencias a largo plazo, y es muy probable que eso tenga repercusiones en la sustentabilidad y el desarrollo económico de los países afectados. Los países con economías menos desarrolladas pueden ser los más perjudicados, lo que abriría aún más la brecha educativa con respecto a los países más desarrollados.
Impacto en la enseñanza y el aprendizaje
Durante el último año, he centrado mi atención principalmente en la continuidad y en la forma de impartir la educación. En todos los países, los educadores se han visto obligados a adquirir nuevas habilidades de alfabetización digital de la noche a la mañana, a fin de prepararse para adoptar un método de enseñanza completamente nuevo. Y pese a los desafíos que han planteado cuestiones como la igualdad de acceso a la educación y la inclusión, muchos colegios han conseguido continuar con la enseñanza.
“Las dificultades económicas han revelado las competencias necesarias para prosperar en este nuevo paradigma”.
Por otro lado, la evaluación adecuada de los alumnos ha sido un motivo de preocupación constante para los educadores, sobre todo en lo que respecta a la evaluación sumativa. Sin embargo, esta dificultad ha planteado la posibilidad de reformular los tipos de preguntas para que los alumnos piensen de forma crítica y utilicen sus conocimientos previos para sintetizar los nuevos. Al fin y al cabo, lo que necesitan los educadores es hacer un seguimiento del progreso de los alumnos y formarse una idea más precisa de sus habilidades y competencias al final de sus estudios. Llegados a este punto, lo que está claro es que los expertos en educación deben preguntarse no solo cómo se debe evaluar a los alumnos, sino también qué se debe evaluar. ¿Qué queremos que los alumnos aprendan antes de finalizar sus estudios en el colegio?
Por ejemplo, podemos plantearnos si el hecho de conceder más importancia a las carpetas de trabajos podría ser beneficioso para todas las partes interesadas, incluidas las empresas. Por lo general, los alumnos quieren acceder al mercado laboral después de recibir una educación académica, científica o profesional, pero ¿les garantizan estos estudios el éxito en el futuro? La COVID-19 ha tenido un impacto muy negativo en el marcado laboral, pero también ha propiciado el surgimiento de nuevas empresas. La cruda realidad de las dificultades económicas de muchos países ha revelado las competencias y habilidades necesarias para prosperar en este nuevo paradigma. Y la palabra “paradigma” es importante, porque la antigua normalidad ya es cosa del pasado.