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La escuela para el futuro desde hoy

Por: Noé Abraham González Nieto, graduado del programa de Bachillerato Internacional (IB), Tecnológico de Monterrey – Campus Estado de México

La educación tiene el doble propósito de “ayudar a las personas a vivir bien en un mundo en el que valga la pena vivir” (Kemmis et al., 2014, p. 24).

La escuela es uno de los primeros lugares donde aprendemos a socializar con otros, a reconocer la diversidad de la sociedad y a interpretar el mundo. Asistir a la escuela significa entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás para construir un lugar mejor para todos. Sin embargo, a pesar de haber una necesidad declarada de transformación, los contextos escolares en general han permanecido sin cambios profundos en las últimas décadas; de hecho, el modelo de institución educativa que predomina en la actualidad es aquel que se definió desde mediados del siglo XIX, en un periodo en el que las escuelas multi-salones, multi-profesores y administradas por el Estado respondían a las necesidades de una sociedad industrial (Hamilton, 1989).

Aunado a esto, el año 2020 marcó un cambio de paradigmas sobre lo que significa hacer educación. La pandemia por Covid-19 impactó la manera en que la enseñanza y el aprendizaje se realizan, así como los espacios y tiempos en que estos procesos se llevan a cabo. La crisis sanitaria evidenció la urgente exigencia de repensar los roles de docentes, estudiantes y gestores de la educación para convertir a la educación en una labor que nos permita desarrollar las competencias para vivir mejor en el contexto en el que nos encontramos.

¿Cómo hacer que la escuela de hoy se transforme para responder a los retos que nos plantea el mundo contemporáneo? ¿Cómo podría la escuela ayudar a formar personas que vivan bien en un mundo en el que valga la pena vivir (Kemmis et al., 2014)?

Una de las múltiples respuestas a estas preguntas se halla en el pensamiento de futuro o, como la UNESCO (2020) lo denominaría, la alfabetización de futuros, la cual se entiende como la “habilidad que permite a las personas comprender mejor el papel que juega el futuro en lo que ven y hacen” (UNESCO, 2020). Pensar en términos de futuro permite a las personas innovar en su presente con una mentalidad de futuro, pues tienen una imagen clara de lo que quieren para sí mismos y sus entornos en los próximos meses y años, con lo cual comienzan a transformar sus acciones diarias – desde el presente – para llegar a un futuro ideal.

Pensar en términos de futuro tiene múltiples ventajas, entre ellas las siguientes:

El futuro es un espacio de todos, por lo cual hay libertad para fundar escenarios compartidos.

Pensar en términos de futuro motiva a los seres humanos a imaginar múltiples escenarios para un mismo problema o necesidad, por lo cual se genera creatividad e inventiva.

El pensamiento de futuro fomenta la flexibilidadpues por medio de este nos anticipamos a distintas posibilidades del futuro que se puede erigir.

El futuro nos da esperanza al mostrarnos que tenemos influencia directa en el mañana y podemos cambiarlo para nuestro bienestar y el de los demás.