En la era actual, las transacciones internacionales se han vuelto moneda corriente para pequeñas y medianas empresas (PyMEs), trabajadores autónomos y empleados que operan a escala global.
Sin embargo, estas entidades se enfrentan a desafíos significativos, desde la complejidad del cumplimiento normativo extranjero hasta los retos logísticos y las diferencias culturales.
En el caso de Colombia, las PyMEs constituyen 99,5% de las empresas (más 1,7 millones de empresas) y aportan 35% al Producto Interno Bruto. De este conjunto, 1,5 millones son microempresas, 103.118 pequeñas y 27.317 medianas, según la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas empresas (Acopi).
Las PyMEs, en particular, se ven obstaculizadas por recursos limitados y una comprensión limitada de las complejidades del comercio internacional. El lanzamiento de negocios en nuevos países es un área donde estas empresas experimentan dificultades. Sin acceso a soluciones de pago adaptadas a sus necesidades, enfrentan tarifas elevadas, largos tiempos de procesamiento y una gestión complicada de los tipos de cambio, lo que limita su capacidad para competir eficazmente en los mercados internacionales y su potencial de crecimiento.
Los pagos internacionales son transacciones financieras llevadas a cabo entre individuos, empresas y/o gobiernos de diferentes países y son esenciales tanto a nivel personal como empresarial.