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Hogares liderados por mujeres son de mayor pobreza

Según las cifras del Dane sobre la situación de pobreza y empleo por género, las mujeres tienen unas condiciones en desventaja frente a los hombres. En Colombia, la pobreza es mayor en los hogares donde la cabeza es una mujer: 41% frente al 33% cuando es un hombre. Si además, la mujer es joven la cifra es 51% frente a 39% si es un hombre joven.

El panorama laboral de las mujeres es un factor relevante su condición de pobreza. Algunas cifras que soportan la situación desfavorable de la mujer en el trabajo son: por cada 100 hombres en edad de trabajar hay 108 mujeres en edad de trabajar, es decir son más las que necesitan trabajo, pero son menos las que lo consiguen. Usando la misma escala, por cada 100 hombres hay 71 mujeres trabajando.

Otra condición es que más mujeres salen de la fuerza laboral al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado: por cada 100 hombres hay 755 mujeres en dichos oficios. En promedio, las mujeres destinan casi 8 horas diarias al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras que los hombres solo destinan 3 horas.

En términos de desempleo, la balanza vuelve a inclinarse en favor de los hombres y es así como por cada 100 hombres desocupados hay 116 mujeres en esa misma condición. Y todo esto, a pesar de que las mujeres estudian más, por cada 130 mujeres graduadas en educación superior, formación técnica, tecnológica, universitaria, de especialización, maestría y doctorado hay 100 hombres.

¿Qué se puede hacer para que las mujeres aporten más al país y a su bienestar?

Un análisis de BBVA Research plantea cuatro puntos en los que se puede trabajar como sociedad y así reducir la brecha laboral y de pobreza que hay entre géneros.

  1. Más empoderamiento en nuestra toma de decisiones: financieros, educación, cuidado, consumo, inversión.
  2. Más participación en el mercado laboral productivo: equilibrio en la economía del cuidado, acceso a sectores masculinizados (construcción, agricultura, STEAM, etc.), toma de decisiones.
  3. Más independencia financiera: decisiones de consumo e inversión con ojos de mujer (educación, salud), ahorro para el presente y la vejez, acceso a servicios financieros.
  4. Más participación en disciplinas relevantes para hoy y el futuro: más estudios en STEM, cuidados de salud y vejez.

Al tener estos puntos en la agenda de las políticas públicas y las dinámicas laborales de las empresas privadas se podría dar un paso adelante en términos de equidad e inclusión.